16 de junio de 2008

El que no salta no va a la "B"...


Con mucho sufrimiento Atlético logró el objetivo del retorno al Nacional B. En definición desde el punto penal y con Ischuk como figura se consagró campeón del Argentino "A"

Hubiera sido duro nadar tanto para morir de un infarto en la playa. Atlético jugó ante el Racing cordobés sus dos peores partidos de postemporada, pero dicen que un campeón verdadero gana hasta cuando juega mal. Además la suerte siempre está para el lado del que está destinado a conseguir el logro. Sino, preguntenle al palo derecho de Ischuk cuando Velardez (JUGADORAZO), luego de meter una bomba de zurda que tras rozar en un defensor y descolacar al árquero héroe, rebotó en el vertical mencionado para irse al córner. O cuando el mismo volante cordobés metiera otra zurdazo imparable que luego de rebotar en Ischuk se convirtió en gol y que el brazo derecho del linesman de la Laprida indicando un off-side en la jugada previa, ofició de respirador artificial a 30 mil almas.

Fueron los nervios. Fue el compromiso. Fue la "mochila" de 21 años de no ganar nada. Aunque Erroz, en un nota me dijera "esa es una mochila que no es nuestra... de este plantel". Tiene razón tantos años no es reponsabilidad de este equipo campeón, pero que pesa... pesa. Y a este equipo campeón se le notó en el juego. Porque pifió pases a mansalva, porque llegó con Sarría estropeado y eso tuvo una gran influencia a la hora de generar fútbol. El "Capé", a los '15 ya tenía una muslera puesta en su pierna derecha.

A pesar de todos esos contratiempos, físicos y mentales Atlético asumió que debía ir al frente obligado por el resultado del miércoles. Pero volvió a caminar por la cornisa porque se desprotegía para el contragolpe y para colmo desperdiciaba todas las pelotas detenidas que tuvo en la primera etapa y allí se potenciaba aquella desprotección. Pero la suerte hizo patinar a Fernández y Hernández se escapó para asistir al "Yaya" Alvarez para la apertura.

Pero la inseguridad quedó expuesta en la enésima pelota detenida. Ejecución defectuosa que se repite, corrida por la derecha de Bergese, el balón que va a parar al pié zurdo de Velárdez que la cuelga de un ángulo. El primer tiempo se va un minuto después y el grito de frustación de Erroz que resume el sentimiento.

Mauricio Verón que de cabeza estampa el 2-1 en el arranque del complemento en la única pelota detenida que Atlético aprovechó en todo el partido, acomoda los números. Tres a tres en la suma general. Desde allí hasta el final fue más nervio que juego, más entrega que claridad y más precaución para asumir riesgos. Los dos estuvieron a un sólo gol de coronarse campeón en tiempo regular. Sólo quedaron los disparos de Velardez que ya conté. Ni Atlético ni Racing se animaron a más, por más que Atlético lo haya querido ganar. Sólo fue actitud.

En la definición desde el punto penal Atlético tuvo más temple a pesar de arrancar con un yerro su serie. Ischuk, discutido durante la temporada, asumió responsabilidades atajando el último de Racing y metiendo el suyo.

Locura, llanto, grito, abrazo prolongado y festejo idem. Todo pareció poco para expresar el sentimiento del momento. Atlético se ajustaba la corona a su cabeza y ya con los dos pies dentro del Nacional B, infló el pecho y grito: ¡Campeón carajo!

Y un día... regresó


Foto Diario La Gaceta


Cistina seguirá histérica.

La Cumbre se hará en Tucumán nomás

Los tamberos seguirán tirando la leche

Los super seguirán aumentando los precios, según sus dueños, por culpa de los cortes

A De Angeli se le seguirá saliendo el diente

Nestor seguirá mandando desde las sombras

La Selección seguirá sin convencer

Alperovich continuará con la mentira de que estamos bien

El periodismo tucumano seguirá sin preguntarle nada a José

La inseguridad continuará reinando

Charly seguirá internado

Los cartoneros seguirán pululando cuando cae el sol

Los pibes se mantendrán en los semáforos limpiando parabrisas con agua sucia

Amaya seguirá pavimentado por donde él pasa

Los legisladores tucumanos continuarán sumándose a las filas oficialistas

D'Elia seguirá odiando a la "puta oligarquía"

La Sociedad Rural seguirá vistiéndose de pobre

Omar Nóblega continuará convencido que es un periodista

Casi nada va a cambiar.

Sólo que Atlético salió campeón del Argentino A y que más de media provincia festeja por ello.

14 de junio de 2008

Fútbol a la norteamericana


Hace siete dias Argentina jugó un amistoso con Estados Unidos. Mi amigo Daniel García Suárez hizo de corresponsal y mandó textos varios. Entérense como es ir a la "chacan" en los EEUU.

Olvidate de armar el ritual para ir a comprar entradas. No hay boleterías en los estadios. Se compran por internet. Una vez cerrada la operación te llega un mail con las entradas que vos imprimis en tu casa. Eso si, que la viveza criolla no te tiente a imprimir más de las que compraste con ánimo de reventa. Las entradas tienen código de barras y te las escanean antes de entrar.

"... y no me importa en que cancha jugués. si vamos en caravana..." es un cántico de hinchada argentina, pero que no representa para nada un viaje hacia el estadio en Estados Unidos. Omnibus de larga de larga distancia de un solo piso que salen de una terminal en el corazón de Manhattan que te llevan y te traen y salén a cada minuto.

Daniel, esta vez fue en auto con tres parejas para aprovechar y hacer "tailgate". ¿Lo que? En las cercanías del estadio no hay estacionamientos callejeros y todos los que usan ese medio de transporte dejan sus vehículos en las playas del estadio que son inmensas. El "tailgate" consiste en armar picnics en la parte trasera de los autos. Banquitos o sillas y parrillas portátiles para empujarse unas hamburguesas y unas birritas. Mi amigo y sus amigos llevaron además chips, spreads, pita bread, frutas y roscas, más cervezas. Ni un solo grito de "a lo' chori muchacho, a lo' chori", como para que pareciera futbol... del nuestro.

Cuando estaban en haciendo el picnic de un par de autos se descolgaron un monton de gente. La novia de Dani mando en inglés "look at the flag! It says Tucuman, lo que en criollo significa "mira la bandera, dice Tucuman". "Nunca pense que iba a decir esto, pero escuchar hablar con el acento tucumano, y las gastadas a Atlético y San Martín, y las bromas tucumanas, me mató. Me pareció fantástico", cuenta mi amigo.

En el ingreso te revisan los bolsos y las pertenencias, buscan bombas o armas. Al trámite no lo realiza la policía, que brilla por su ausencia. La seguridad es privada dentro y fuera. Parece que allí la policía hace lo que tiene que hacer: perseguir a los delincuentes. Si hubiere problemas los "ratis" llegan en un toque.

Dentro del estadio te venden cervezas pero no te dan la tapitas porque no quieren que se tiren a los otros. Hay puestos de comida, hamburguesas, panchitos, fritas y esas cosas y no hay populares, son todas plateas numeradas.

Dice Dani que había 78 lucas de personas, récord de público para la selección de Estados Unidos y el cuarto partido de la historia más visto en EEUU. Lo más parecido a una cancha argentina fueron los cánticos que comenzaron bien temprano y con bombos incluídos que nadie sabe cómo hicieron para pasar los controles. El público norteamericano es muy respetuoso y hacen boludeces como gritar el famoso huuuuuuu o hacer la ola en la que Dani y sus amigos no se prendieron. Algunos argentinos le gritaron "hijo de puta" al árbitro y la novia de mi amigo (norteamericana por cierto) se escandalizó. Lo que pasa es que se protege muchos a los chicos y si insultás estás dando un mal ejemplo. Cuando la novia de Dani se enteró que en las canchas de acá se escupe y hasta a veces te tiran bolsas con orina, el insulto le pareció nada.

A la salida algunos se quedan haciendo "tailgate" de vuelta como Daniel y sus amigos. Estiraron el regreso porque tenían hambre y esperando que el tránsito de regreso a casa se descongestine.

No creo que el fútbol norteamericano no pregrese porque el entorno del deporte mismo no sea parecido al que conocemos. Seguro que el progreso está emparentado con la etapa formativa. Eso sí, clima no tiene. Es un espectáculo más y no prende entre la gente porque, como cuenta Dani, el norteamericano no puede entender que no haya un ganador. Y si alguien no entiende eso, no entiende al fútbol.

13 de junio de 2008

La final - Atlético no jugó


Cuando lo lógico era que Atlético repitiera recetas jugó la primera final con un libreto nuevo y así le fue. Pudo haber sido catástrofe,

Cuando terminó la primera final aparecieron los fantasmas conocidos. Esos que asustan a Atlético cuando culmina cada temporada en el Argentino A. La sacó barata, porque en la peor producción en la postemporada pudo haber sufrido una derrota que lo dejara fuera del ascenso.

Timorato, livianito, sin agresividad y sobre todas las cosas sin precisión ni temple. Con esa actitud saltó al campo ante Racing de Córdoba. En el cuadrangular que lo clasificó a la final los tucumanos salieron a pisar a su rival de turno con juego, precisión, paciencia y contundencia. Mucha actitud para asumir su chapa de candidato.

En Córdoba no. Cuando hacía falta repetir lo que más conoce salió a tener la pelota en su campo con pases lentos y laterales que terminaron erigiendo en figura al veterano y gordo Adrián Avalos a la hora de cortar juego. Con algo de vértigo el volante central de Rácing la hubiera visto pasar a todas. Ni la mitad de la cancha cruzó Atlético en la primera etapa y eso que las mejores oportunidades las tuvo el conjunto de Solari.

El dominio psicológico del juego lo tuvieron los cordobeses quiénes cada vez conseguían quitarle el balón a los tucumanos mucho más cerca del arco de Ischuk, favorecido por aquel toqueteo cansino y lateral con el que Atlético intentaba dormir el partido. El penal de Bressán le dio la oportunidad de adelantarse en el marcador a Racing quien a pesar de manejar el trámite no había generado acciones de peligro.

Después de acusar el golpe Atlético quedó a merced de Racing. Con el desconcierto los cordobeses aumentaron a dos la diferencia ya en la segunda etapa. En ese momento los 6.000 tucumanos rogaron que termine el encuentro. Atlético estaba para el cachetazo. La lucha en la mitad de la cancha todavía estaba del lado de los mediocampistas cordobeses. Fue el peor momento y en ese instante salió la virgen cuando Sarría achicó la diferencia. Mucho tuvo que ver el ingreso de Héctor López que contagió a sus compañeros con su entrega.

Atlético caminó al borde del abismo por jugar a no jugar. En diez minutos (de los '80 a los '90) recuperó algo de memoria. Sería bueno que para el domingo haya asimilado el error cometido.

12 de junio de 2008

La Final - El viaje, la policía y los dirigentes


Me fui a Córdoba a laburar para la radio, con familia incluída. La primera final del Argentino A entre Racing y Atlético fue más que un evento deportivo.

En medio de semana, con los kilombos que genera a los hinchas que un partido de esta importancia se juegue en día laborable, me fui a Córdoba a laburar para la net tucumana de La Red. Con la familia de mochila o más o menos me compré más lios que disfrutes.

La Agrupación Monumental (un grupo de hinchas decanos sin fines de lucro) nos cobijó y nos hizo lugar en uno de los cinco bondis que completó. Mucho bardo en la ida agravado por la cana cordobesa que estaba más celosa que marido viejo con mina joven.

Controles, desvíos de chacareros y mucho fernet. Encima parecía que viajábamos dentro de un freezer. La fría noche del viaje se hacía más idem porque entraba viento por todos lados. Una noche sin dormir y una mañana ajetreada porque la cana cordobesa parecía que buscaba un cargamento tipo "Operación Langostino" por la manera en que se preparó el operativo de control de unos simples hinchas.

Un viaje que debió ser de ocho horas terminó siendo de once. Prepoteo escudado en uniformes y pocas sonrisas para tratar a la gente. Imagino inseguridad cero en Córdoba si la policía es tan "eficiente". Pero no, mi imaginación es muy frondosa. A un tucumano, cuando terminó el partido, fue a buscar su auto y se dió con que se lo habían afanado.

Pero no fue el único atropello... faltaba el de Racing de Córdoba. Primero el precio de las entradas, pasándose la norma del Consejo Federal por lo fondillos y decidiendo cobrar 40 mangos una popu de la tercera categoría del fútbol argentino. Un afano liso y llano. Las entradas que no se vendieron en Tucumán, provocaron que los que fueron estuvieran obligados a comprarlas o falsificarlas o a colarse. Entonces el operativo de seguridad diseñado, en complicidad con la policía, se armó más para reprimir más que para prevenir, como por ejemplo, el ingreso de los hinchas a la popular. Los atropellos de la cana fue criminal, si se quiere.

Racing, además, se esmeró en complicarle la vida a los periodistas, en especial a los que fuimos desde Tucumán. Las credenciales nos fueron entregadas un rato antes de que se inicie el juego y para colmo los lugares asignados para trabajar en el sector de cabinas no estuvo delimitado. Fuimos desalojados del que conseguimos y transmitimos desde la platea local. Un bochorno. Un plateísta, sin responsabilidad alguna por el maltrato dirigencial para con la prensa, nos pidió disculpas al final del partido con la verguenza marcada en su rostro.

Pasó el partido y, después de apurar el comentario, me mandé a buscar el colectivo porque estos vagos pegan la vuelta al toque. Distinto al del viaje de ida en comodidad y compañía. Otro gracias a la Agrupación Monumental. Sueño a morir en todo el trayecto de regreso. Facturas y tortillas para el desayuno en casa. El duro periplo había terminado.

9 de junio de 2008

Neustadt, el que murió hace tiempo II


La muerte del famoso periodista fue motivo de una nota de opinión de Jorge Lanata en Críticadigital. Es lo que viene, lo que viene...

Un día, hace diez años (aunque nunca me crean con las fechas) llamó Neustadt. Bernardo Neustadt me invitaba a almorzar. Almorzar iba a llevarnos mucho tiempo y cierta intimidad. Le dije a mi secretaria que propusiera un café en su oficina de Puerto Madero. Dos o tres días después, yo estaba ahí, parado frente a un inmenso cartel que decía Neustadt, en pesadas letras de molde. “Neustadt”, en letras grises, como las del logotipo de un banco. Dijimos cosas circunstanciales hasta que Neustadt –que hablaba moviéndose y de pie, mientras yo estaba sentado frente al escritorio– me preguntó:

–¿Y usted qué cree que tengo que hacer?

–¿Perdón?

–¿Qué cree que tengo que hacer con el tema de la televisión?

“El tema de la televisión” era el asunto del que todos hablaban en esos días: Telefe le había propuesto firmar un contrato por rating, en el que lo obligaba a no bajar nunca de los 12 puntos. En caso contrario, levantaban Tiempo nuevo. Con Menem fuera del poder, Neustadt había iniciado su lento pero inexorable declive. Telefe vivía el comienzo de la fiebre de las novelas costumbristas, los realities, los megaprogramas de veinte o treinta puntos.

–¿Qué cree que tengo que hacer con el tema de la televisión?

La escena era un poco bizarra: ¿qué hacía yo, en esa oficina, con Neustadt, y cómo podía ser posible que él me preguntara a mí qué hacer?

–¿Usted tiene plata en el banco? –le dije. Neustadt sonrió, benevolente.

–Sí, claro.

–Entonces deje.

Me miró.

–Deje. Deje ahora. Porque lo van a destruir.
La televisión es una mierda –me dije mientras salía de Puerto Madero. Ahí estaba su mejor alumno, el tipo que había hecho durante años todo el trabajo sucio para todos y no le daba, siquiera, un par de meses de rating bajo. Treinta años después, ni eso se había ganado.

Ese tipo, solo, rodeado de mujeres que redecoraban sus casas de Punta del Este, que luchó en sus últimos años hasta la desesperación para tener prestigio entre sus pares o entre los estudiantes de comunicación, comenzó a hablar bien de mí en los reportajes. Yo, desde lo pequeño, odiaba que me mencionara. Me parece que nadie puede estar orgulloso de su odio. Deberíamos avergonzarnos de odiar; es algo que nos sujeta, nos quita libertad y nos vuelve mínimos.

El sábado a la tarde, el chat de Google en mi máquina explotó: “¿Te enteraste?”, “¿Viste lo de Neustadt?”.
En una habitación de hotel en Asunción del Paraguay vi a la madrugada la repetición de un excelente programa de TN: Tiene la palabra,con Bernardo Neustadt. Alfredo Serra, Luisa Valmaggia y Ernesto Tenembaum, entre otros, preguntaban. Ahí estaba otra vez Neustadt hablando bien de mí. Lo que se veía era un viejo un poco triste, un poco asustado, ansioso por explicarse, con pantalón de vestir y alpargatas azules, citando a Gandhi. “Es una paradoja –observó Tenembaum, con inteligencia–, en la época de Gandhi usted hubiera apoyado a los ingleses.”

Durante la emisión, el túnel del tiempo trajo a mi memoria otro programa: una entrevista del primer Día D con Grondona, en la que le pregunté si respetaba a su eterno compañero. Grondona se sorprendió, molesto, y tardó cinco segundos en responder. Cinco segundos son una eternidad.
Cinco segundos.

–No –me dijo–. Respetarlo, no.

Ahora ya es de mañana y sigo, en el mismo cuarto, mirando el noticiero. Grondona y otros desfilan por la casa de Martínez que Neustadt bautizó Tiempo Mío, y todos se llenan la boca con palabras vacías. Ese viejo temeroso que murió tenía carisma y un gran poder de comunicación. No lo usó para la gente sino para el poder. Pensó que estaba bien así, pero ¿quién no piensa que lo que uno hace siempre es lo correcto? Vivió y murió solo. No le sirvió para nada tener plata en el banco. Si puede, que descanse en paz.

8 de junio de 2008

Neustadt, el que murió hace tiempo


Estaba en un asado festejando el dia del periodista y conocimos la noticia. Ninguno se mostró compungido.

"Vamos a brindar, hay un hijo de puta menos... murió Neustadt", dijo más o menos el portador de la especie. Automáticamente todos mostramos en la punta de nuestros dedos las copas con vino y las chocamos. Estábamos en un asado, paradógicamente, festejando el dia del periodista con un grupo de tales.

La partida de unos de los íconos del periodismo vernáculo (mal que nos pese) ubicado en las antípodas de lo que pienso y siento que debe ser un periodista me despertó la inquietud (remordimiento tal vez) de brindar por la desaparición de un ser humano. No soy un fundamentalista que pretende que los que no hagan el periodismo como pienso deban desaparecer. No soy de esos. En todo caso soy un fundamentalista de la vida.

Pero me sentí raro. Desde el periodismo, yo lo odiaba, pero no tanto como para desear su muerte o, en todo, caso brindar por ella. En realidad, creo que su muerte periodística ya se había producido. El tipo que en los '90 había marcado 45 puntos de raiting con un programa periodístico, estaba hoy, relegado a señales de cable perdidas en el selector. Casi cero audiencia porque su prédica más que su laburo ya habían perdido adeptos.

Su discurso privatista del "menemato", su casí criminal adhesión al regimen militar de los ´70 y su simpatía derechosa con los centros de poder y del dinero lo transfomaron en un defensor del liberalismo a la argentina. Porque liberalismo es otra cosa. Los liberales norteamericanos pagan impuestos mientras los argentinos, en su gran mayoría, los evaden.

Fue memorable su intervención a favor de las privatizaciones de la década pasada. Llegó a desarmar un teléfono en cámara para demostrar que allí dentro no se encontraba la soberanía nacional. La oposición decía que la venta de los bienes y de las empresas de servicio en manos del estado era claudicar la soberanía. No fue el gran culpable de aquella entrega, pero fue el propalador de las bondades del sistema.

La noticia de su muerte se trató como tal: la muerte de un periodista famoso. No hubo críticas a su labor, apenas una reseña de su carrera. Aunque aborrezcan lo que fue y su manera de hacer periodismo ningún medio despotricó y eso es de lo más falso. Con aquello de que "no se habla mal de un muerto", nadie se animó a sentar posición.

No brindé por la muerte de un ser humano, aunque el choque de copas de buen tinto se haya originado en la desaparición física. En realidad ya venía brindando por el ostracismo al que estaba sometido. El olvido de una audiencia que le creyó estaba originado en su traición al periodismo como medio para hacer conocer la realidad. Por su adhesión a lo peor del poder y por ensalzar las bondades de gobiernos que postraron a la nación y que significó que millones de argentinos agrandaran el índice de desocupación.

Un periodista no hace eso. No se caga en la desgracia de los demás, no se despreocupa de "Doña Rosa" y la deja a merced de políticos sedientos de dinero que en los '90 se llenaron los bolsillos con los préstamos de los entes financieros internacionales. Esos préstamos que los empobrecidos debemos pagar. No se merece respeto como periodista alguien que favoreció y adormeció a la población desde su programa de 45 puntos de raiting. No merece repeto como periodista alguién que tuvo en Domingo Cavallo al ejemplo del economista argentino.

Ninguna redacción hará descansar los teclados en honor a su memoria y laburo. No se lo merece.