8 de junio de 2008

Neustadt, el que murió hace tiempo


Estaba en un asado festejando el dia del periodista y conocimos la noticia. Ninguno se mostró compungido.

"Vamos a brindar, hay un hijo de puta menos... murió Neustadt", dijo más o menos el portador de la especie. Automáticamente todos mostramos en la punta de nuestros dedos las copas con vino y las chocamos. Estábamos en un asado, paradógicamente, festejando el dia del periodista con un grupo de tales.

La partida de unos de los íconos del periodismo vernáculo (mal que nos pese) ubicado en las antípodas de lo que pienso y siento que debe ser un periodista me despertó la inquietud (remordimiento tal vez) de brindar por la desaparición de un ser humano. No soy un fundamentalista que pretende que los que no hagan el periodismo como pienso deban desaparecer. No soy de esos. En todo caso soy un fundamentalista de la vida.

Pero me sentí raro. Desde el periodismo, yo lo odiaba, pero no tanto como para desear su muerte o, en todo, caso brindar por ella. En realidad, creo que su muerte periodística ya se había producido. El tipo que en los '90 había marcado 45 puntos de raiting con un programa periodístico, estaba hoy, relegado a señales de cable perdidas en el selector. Casi cero audiencia porque su prédica más que su laburo ya habían perdido adeptos.

Su discurso privatista del "menemato", su casí criminal adhesión al regimen militar de los ´70 y su simpatía derechosa con los centros de poder y del dinero lo transfomaron en un defensor del liberalismo a la argentina. Porque liberalismo es otra cosa. Los liberales norteamericanos pagan impuestos mientras los argentinos, en su gran mayoría, los evaden.

Fue memorable su intervención a favor de las privatizaciones de la década pasada. Llegó a desarmar un teléfono en cámara para demostrar que allí dentro no se encontraba la soberanía nacional. La oposición decía que la venta de los bienes y de las empresas de servicio en manos del estado era claudicar la soberanía. No fue el gran culpable de aquella entrega, pero fue el propalador de las bondades del sistema.

La noticia de su muerte se trató como tal: la muerte de un periodista famoso. No hubo críticas a su labor, apenas una reseña de su carrera. Aunque aborrezcan lo que fue y su manera de hacer periodismo ningún medio despotricó y eso es de lo más falso. Con aquello de que "no se habla mal de un muerto", nadie se animó a sentar posición.

No brindé por la muerte de un ser humano, aunque el choque de copas de buen tinto se haya originado en la desaparición física. En realidad ya venía brindando por el ostracismo al que estaba sometido. El olvido de una audiencia que le creyó estaba originado en su traición al periodismo como medio para hacer conocer la realidad. Por su adhesión a lo peor del poder y por ensalzar las bondades de gobiernos que postraron a la nación y que significó que millones de argentinos agrandaran el índice de desocupación.

Un periodista no hace eso. No se caga en la desgracia de los demás, no se despreocupa de "Doña Rosa" y la deja a merced de políticos sedientos de dinero que en los '90 se llenaron los bolsillos con los préstamos de los entes financieros internacionales. Esos préstamos que los empobrecidos debemos pagar. No se merece respeto como periodista alguien que favoreció y adormeció a la población desde su programa de 45 puntos de raiting. No merece repeto como periodista alguién que tuvo en Domingo Cavallo al ejemplo del economista argentino.

Ninguna redacción hará descansar los teclados en honor a su memoria y laburo. No se lo merece.

1 comentario:

Julio dijo...

Negro, yo también participé de una reunión en la que se brindó por su muerte. Me parece que fueron pocos lo que lo lamentaron, como C5N.

Un abrazo y felíz día.