12 de junio de 2008

La Final - El viaje, la policía y los dirigentes


Me fui a Córdoba a laburar para la radio, con familia incluída. La primera final del Argentino A entre Racing y Atlético fue más que un evento deportivo.

En medio de semana, con los kilombos que genera a los hinchas que un partido de esta importancia se juegue en día laborable, me fui a Córdoba a laburar para la net tucumana de La Red. Con la familia de mochila o más o menos me compré más lios que disfrutes.

La Agrupación Monumental (un grupo de hinchas decanos sin fines de lucro) nos cobijó y nos hizo lugar en uno de los cinco bondis que completó. Mucho bardo en la ida agravado por la cana cordobesa que estaba más celosa que marido viejo con mina joven.

Controles, desvíos de chacareros y mucho fernet. Encima parecía que viajábamos dentro de un freezer. La fría noche del viaje se hacía más idem porque entraba viento por todos lados. Una noche sin dormir y una mañana ajetreada porque la cana cordobesa parecía que buscaba un cargamento tipo "Operación Langostino" por la manera en que se preparó el operativo de control de unos simples hinchas.

Un viaje que debió ser de ocho horas terminó siendo de once. Prepoteo escudado en uniformes y pocas sonrisas para tratar a la gente. Imagino inseguridad cero en Córdoba si la policía es tan "eficiente". Pero no, mi imaginación es muy frondosa. A un tucumano, cuando terminó el partido, fue a buscar su auto y se dió con que se lo habían afanado.

Pero no fue el único atropello... faltaba el de Racing de Córdoba. Primero el precio de las entradas, pasándose la norma del Consejo Federal por lo fondillos y decidiendo cobrar 40 mangos una popu de la tercera categoría del fútbol argentino. Un afano liso y llano. Las entradas que no se vendieron en Tucumán, provocaron que los que fueron estuvieran obligados a comprarlas o falsificarlas o a colarse. Entonces el operativo de seguridad diseñado, en complicidad con la policía, se armó más para reprimir más que para prevenir, como por ejemplo, el ingreso de los hinchas a la popular. Los atropellos de la cana fue criminal, si se quiere.

Racing, además, se esmeró en complicarle la vida a los periodistas, en especial a los que fuimos desde Tucumán. Las credenciales nos fueron entregadas un rato antes de que se inicie el juego y para colmo los lugares asignados para trabajar en el sector de cabinas no estuvo delimitado. Fuimos desalojados del que conseguimos y transmitimos desde la platea local. Un bochorno. Un plateísta, sin responsabilidad alguna por el maltrato dirigencial para con la prensa, nos pidió disculpas al final del partido con la verguenza marcada en su rostro.

Pasó el partido y, después de apurar el comentario, me mandé a buscar el colectivo porque estos vagos pegan la vuelta al toque. Distinto al del viaje de ida en comodidad y compañía. Otro gracias a la Agrupación Monumental. Sueño a morir en todo el trayecto de regreso. Facturas y tortillas para el desayuno en casa. El duro periplo había terminado.

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