27 de mayo de 2010

Tamos perdidos


Llegó el día... un hincha de Rosario Central se quitó la vida por el descenso "canalla". La locura por el éxito se llevó puesta una vida.

Juan Pablo se llamaba el tipo... Una nota dice que no pudo soportar ver a su equipo en el Nacional B. Hay que parar esta locura. Desde algún lado tiene que venir una palabra cuerda. El fútbol es un juego al que el dinero, con su dudosa virtud ha infectado en todos los ámbitos.

Que alguien tome tamaña actitud es el resultado de un discurso perverso que hace creer a la gente que lo único que sirve, en el deporte y en la vida es el triunfo. Gracioso objetivo, cuanto menos, en un país en el que hacen cola los perdedores y los fracasados.

Los voceros del triunfalismo se enojaron con Marcelo Bielsa cuando dijo "... además, dónde está escrito que el seleccionado argentino debe ganar siempre?. Y el loco tenía razón. Esto es apenas un juego, a pesar que, haya uno dos o tres tipos que se llenen de dinero.

Este país, futbolero y sanguíneo, debe estar atento a los discursos. Debe dejar de creer que somos los más grandes que hay. Que somos los más lindos, que somos el granero del mundo. Que somos los que tenemos la avenida más ancha y los que comemos la mejor "nerca" del planeta.

Hay que abrir los ojos. Los aduladores del éxito nos quieren hacer creer que siempre hay que ser un ganador. Que los segundos son los campeones de los fracasados. Y, en realidad, los únicos que siempre ganan son ellos. Los que van a ir al ver el Mundial y se van a alojar en lujosos hoteles.

Hoteles a los cuales, los ilusionados buscadores de la consagración nunca accederemos. Vamos a ver cuál de todos ellos hace un mea culpa. Vamos a ver cuál Bilardo, Niembro, Closs cambiará el discurso tras tamaña tragedia rosarina. Cuantas veces el fanatismo de Juan Pablo se habrá nutrido de las palabras de estos vendedores de fantasías.

Me dirán que este caso es un aguja en un pajar. Que hay que remover mucho para encontrar hechos tan tristes, pero en nombre del fútbol o del color de una camiseta ya hubo bastantes muertes. Todo es triste en este país y el fútbol no es la salvación ni el encargado de devolver la sonrisa a este pueblo. No puede quedar la felicidad popular atada al caprichoso destino de un balón.

Esto significa que estamos mal. Que hemos equivocado el camino. Y, que por sobre todas las cosas, debemos desmenuzar los mensajes que nos llegan. Que todos debemos tomarnos un tiempo para analizar lo que nos quieren contar. Debemos decifrar los intereses de los comunicadores.

Es deporte, nada más y nada menos. No debe ser un opio. Debe ser una distracción. Las cosas trascendentes pasan por otro lado. Sólo hay que estar atentos.

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