29 de enero de 2009

Merece estar en doscortas...



Walter Ervitti es un jugador distinto y después de la nota que le dió a Olé lo es más porque no parece uno del rebaño futbolero. Si hubiera más de estos la cosa sería distinta.

Integra algo así como la Sociedad de los Poetas Muertos del fútbol. En paralelo con la ideología de aquella película, hoy son pocos los futbolistas que combaten el modernismo de correr y no pensar. De sacarse la pelota de encima en lugar de intentar algo distinto. Walter Erviti, su juego, se enrola en la escuela de Riquelme y Pitu Barrientos, por caso. Lucha, desde su lugar, por un fútbol mejor.

-¿Qué fútbol argentino te encontraste al regresar de México?

-Miraba mucho desde allá. Está más agresivo, hay menos juego, todos arriesgan menos, lo que importa es no perder. Se ven pocos buenos partidos y eso perjudica al espectador y a los que nos gusta ver buen fútbol. Ojalá podamos cambiar la idea de que sólo se puede ganar cuidándose.

-Eso hace difícil jugar...

-Es la presión. En todos lados el fútbol es igual, supongo. Pero la presión y la pasión de acá, no. Nadie te regala nada. No es tan lindo espectáculo, mucha agresividad en el juego de mitad de cancha, los defensores paran la pelota poco y nada, el juego es aéreo, y así se hace difícil para los que intentan.

-Es una piedra en el zapato para tu estilo.

--No sólo para mí, para todos. No creo que a la gente le guste estos partidos. Pero todo tiene un por qué. Por ejemplo, los técnicos duran poco, no pueden programar y deben ganar ya. Muchos luchan promociones, si arriesgan les puede costar caro. Y cuando no hay seguridad de un sistema, si no hay confianza, optás por el camino más corto: defender y ver cómo hacer un gol. La mayoría está eligiendo ese camino.

-¿Se acabaron los lujos?

-Falta paciencia. Al que quiere jugar buen fútbol, la gente lo toma de pecho frío, de tener poca responsabilidad. Todo es consecuencia del resultado. Todos quieren ganar sea como sea. Al que arriesga un poco, le dicen que está equivocado.

-¿Te pasó?

-Soy de leer y escuchar poco. Lo veo en los demás. Antes que un lujo o una jugadita, paran y tocan, y no sé si es para sacarse la responsabilidad o que ya está escrito: hay que asegurar la pelota, no arriesgarla. En realidad, hay momentos y lugares en la cancha para hacer todo. No vas a tirar un lujo al lado de tu arquero, pero en campo rival sí. Así se rompen las defensas rivales que amontonan gente. Hoy te hacen un gol y es muy bravo entrarles.

-¿Cuántos piensan así?

-Mis compañeros piensan como yo, quieren jugar bien al fútbol. El camino más corto para ganar es jugar bien.

-¿Es muy distinto en México?

-En Monterrey la gente es de vivir muy particularmente el fútbol. En cuanto al apoyo, se parece mucho al argentino, aunque saben que se trata de un espectáculo. Se asemeja a lo ideal del deporte. Se puede vivir con pasión, criticar, insultar, pero hay un límite, sin llegar a la violencia.

-¿Por qué volviste?

-Decidieron no contar más conmigo, Jorge (Burruchaga) me llamó y me hizo sentir importante.

-¿Quisieron que te nacionalizaras?

-No me lo pidieron directamente: lo barajó la dirigencia. Un técnico me dijo que para el club era mejor. A mí no se me ocurrió nacionalizarme para jugar en México. Si lo hacía era por mis condiciones... y no por mexicano. Si dependía de eso, me volvía. Otros lo hacen por la Selección, como Guille Franco, cosa que a mí nunca se me pasó por la cabeza. No por despreciar al pueblo mexicano porque de hecho tengo dos hijos nacidos ahí y un lazo afectivo. Simplemente, me siento argentino, y más allá de la lejanía, la ilusión de jugar en la Selección, es lo último que se pierde.

-Ahora, con Maradona, nada parece lejano.

-Soy consciente de los jugadores que hay en la Selección... Después depende de lo que hagas en tu equipo. Si lográs algo bueno tendrás más posibilidades. Voy a luchar por ese deseo, aunque el porcentaje no sea grande.

-¿Si jugaras en un grande sería más fácil?

-No creo, mirá el caso de Morel. Depende del juego del equipo. Si andás bien y el equipo no, terminás siendo insignificante. Si un jugador resalta en un equipo del fondo de la tabla, tiene poco valor.

-Te lo pregunto ya en una oportunidad pudiste pasar a River.

-Nunca fue algo serio. Me llamaron como muchos otros, pero yo quería estar en Monterrey. Y tampoco hubo oferta oficial. Me hubiera encantado volver a ser dirigido por Passarella. Le voy a estar eternamente agradecido: al llegar a Monterrey, tuve los primeros seis meses muy bravos y me bancó cuando toda la ciudad me criticaba. Nadie me daba más de cinco partidos. Sólo alguien con su personalidad lo pudo hacer.

-¿Está en tu podio?

-Por ahí quedo como un chupamedias pero a mí me tocaron los técnicos en el momento justo. Ruggeri me hizo debutar en un equipo grande y no me sacó más: le agradezco ser futbolista. Me puso y nunca pretendió cambiarme el estilo, ni me hizo dudar de lo mío. Después salí campeón con Pellegrini, con Passarella. Y en mi consolidación, un mexicano como Miguel Herrera, descubrió todo mi potencial, jugué de lateral izquierdo, de volante zurdo, de con

tención, de nueve, de wing derecho, hasta en las prácticas me puso de central.

-¿Quisieron cambiarte?

-Nunca.

-¿Y Lavolpe?

-Muchos creen que me peleé con él. No. Fue uno de los que menos tiempo tuve y del que más aprendí. Un tipo que estudia muy bien el fútbol, lo ve, trabaja mucho. La pasé bien. Llegamos a semi y perdimos en el último minuto...

-Nunca te habría puesto de enganche...

-No le gusta a Ricardo. En realidad, yo creo que si él tiene a un jugador capacitado y que sabe leer el juego, lo pondría. Creo que al no tenerlo, prefiere jugar sin enganches.

-¿Y el caso Riquelme?

-Pasa porque él quiere jugadores ágiles, de ritmo. Que le cumplan dos funciones: atacar y defender. No le convence el enganche clásico. Pero tampoco tuvo un jugador como Riquelme. Para mí, Román le gusta a todos los técnicos, te hace ganar un partido. Lavolpe es estricto, trabaja tácticamente pero no es ningún tonto. Es muy inteligente.

-¿Se necesitan más jugadores como Román?

-No hay muchos como él, ojalá los hubiera. No hay quién se le parezca. Por ahí alguno le pega como él pero no logra pensar el partido igual. O al revés. Es completo.

-¿Por qué lo critican?

-Es más fácil... Cómo hacés para jugar 90 minutos al mismo ritmo, tocar bien todas. Es imposible. Obvio que en algún momento se va a equivocar pero también te marca la diferencia. Boca vive estos momentos: lo hace de su mano.

-¿Lo conocés?

-No.

-¿Lo admirás?

-Lo reconozco. Para mí la gente que gana y hace ganar a los compañeros merece un párrafo aparte. Porque es fácil jugar individualmente, agarrás la pelota, gambeteás y por ahí hasta hacés goles. Se complica cuando debés hacer jugar a tus compañeros, hacerlos pensar, ubicarlos en la cancha, y encima jugar bien. Román lo hace.

-¿Por qué pasaste sólo por tres clubes?

-Yo sé que el negocio del futbolista está en las transferencias. Pero a mí no me mueve la plata, tengo otras pautas. Si me quedé seis años en México es porque estuve muy cómodo y no veía necesidad de cambiar por dinero. Cuando se acabó, me vine para Banfield y me quiero quedar mucho tiempo acá. No son sólo palabras. Cuando terminó el torneo anterior tuve para irme de nuevo a México. Y el club y el técnico dijeron que no me vaya y no hice ningún problema. No me peleé con nadie, no pedí aumento, nada.

-Podrías estar en Boca o River...

-Estoy más allá de los colores. Puedo jugar en un grande o en un chico. Se puede estar bien en unos o en otros. Soy feliz acá, me encontré con el mejor grupo mi carrera. No me vuelve loco ponerme la camiseta de Boca o la de River. Mi cabeza está acá y trato de ser mejor acá. Me trajeron en julio sin saber de mi nivel. Se la jugaron. En todo caso, si hay una oferta muy importante tampoco Banfield la va a despreciar. A los 28 años, no es momento de pelear por plata.

-¿Tus metas?

-Mejorar y salir campeón. Es una sensación incomparable. Pero para eso debemos mejorar. Cometimos muchos errores colectivos e individuales. Hay que ordenarse, ser agresivo a la hora de recuperar y luego llegar con mucha gente y concretar...

-Tuviste historias muy particulares en México... Como la de Uciel.

-Sí, un nene que tenía leucemia y estaba en tratamiento. Me admiraba y yo lo visitaba, lo acompañaba. Al tiempo, los doctores me dijeron que se estaba abandonando, empecé a visitarlo de nuevo, lo llevaba a comer, a pasear, a que se dé cuenta que debía lucharla. Cuando estaba en su mejor momento, la enfermedad se lo llevó. Estuve con él hasta una hora antes de su muerte. Me había encariñado mucho. Pero haberle dado una alegría fue especial. Seis meses antes, un amigo mío también murió de leucemia y ahí hice un clic. Entendí que la vida es corta, hay que disfrutarla. Lástima que haya que pasar por una situación así para darse cuenta.

14 de enero de 2009

El "chueco" Tito












Recorte de La Gaceta del ascenso de La Florida a 1ª División

Fue mi suegro, pero también fue jugador y técnico de fútbol, panadero, almacenero, italiano, "ciruja" y buena gente. Se fue temprano, como haciendo la contra y no escribí nada sobre él en aquel momento. Esto se lo debo y me lo debía.

Cancha de Almirante Brown de Lules. El silbato del árbitro mandó al descanso del entretiempo. Caminando hacia el vestuario escuchó los gritos de los plateístas de su equipo que le reclamaban cambios. Levantó la vista. No pudo divisar al que gritó: "tito, sacalo al 5". Ya había decidido que el volante central se iba a quedar en las duchas cuando arranque en el segundo tiempo.

Juntó a los jugadores y comunicó la decisión. El cinco lo miró a los ojos y le dijo: "maestro, me saca porque se lo pidió la tribuna..." El "Chueco" tragó saliva devolvió la mirada, pero cargada de furia y retrucó: "te llamás "pusitanelli", como querés jugar al fútbol con ese apellido". El tano no se andaba con vueltas, pero siempre le metía humor para que la sangre no llegara al río.

Me crucé con él al final de los `70. En el primer encuentro, si algo no hubo, fue simpatía. Tano, chapado a la antigua, tanguero y con la picardía de barrio brotándole por los poros, no se iba a bancar así nomás que su hija mayor estuviera de novia con uno como yo. Pelo largo, modernoso a veces, roquero siempre, alejado del tango, todavía, y también con mucho barrio encima.

El choque de generaciones sacó chispas pero, como siempre, la sangre no llegó al río. Cuando me conoció un poco se quedó más tranquilo. Además con quién más podía hablar de fútbol que no fuese conmigo. Tenía dos hijas mujeres y un varón al que no le importaba demasiado el fútbol.

Afirmaba que la táctica estaba por encima de la habilidad y que un buen técnico con algunas buenas voluntades podían hacer historia. Su ídolo era el Toto Lorenzo, mucho más después de ganar todo con Boca, club del que era hincha. Imagínense, a mi me gustaba Menotti y la libertad de la que gozan los que saben jugar, pero no había discusiones más si, respeto.

En el ocaso de su carrera como técnico dirigía a Estación Experimental y el equipo casi que ni funcaba. Me invitó a la cancha y me resultó medio sospechoso. "Enseguida te llamo al vestuario", me dijo apenas entramos a la cancha. Al rato se abrió la puerta y el utilero me dijo "pase señor" guiñándome un ojo.

Entré en plena charla técnica cuando el chueco arengaba a la tropa. El equipo no ganaba seguido y un triunfo era el único resultado que servía. De repente me miró y largó "el señor es amigo y es un empresario que coloca jugadores en Bolivia... hoy vino porque le dije que aquí está lo que busca"... todos se dieron la vuelta y me miraron. Puse la mejor cara de empresario que pude y les dije canchereando: "jueguen tranquilos y hagan lo que el profe les diga... mucha suerte"

Salí del vestuario mordiéndome los labios para no reirme. En la cancha, los tipos parecieron leones. Ganaron y yo me hice humo. Para el retorno a casa garroneamos a un vecino con auto que estaba en la cancha. "Como metían los changos" dijo el vecino. Tito, a modo de respuesta ensayó: "es que había un empresario que los vino a ver". Yo me volvía a morder los labios.

Su época de esplendor en la dirección técnica había ocurrido hacía mucho. Con San Martín, más precisamente, cuando lo llevó por primera vez al Nacional de Primera División tras una definición por penales con Juventud Antoniana. Dicen que los hinchas cirujas lo llevaron en andas hasta su casa que quedaba en la Pellegrini al 300. También hizo buenas campañas en Sportivo y Central Norte. Salió campeón con Floresta y La Florida llegó a primera de su mano. En Bella Vista también es bien recordado y con Brown de Lules se encargó de sacarle un invicto de 47 fecha al Atlético Tucumán de Villa y Palomba.

Pero su faceta en el deporte no era lo más importante. Dignificaba el trabajo honesto por sobre cualquier cosa. Fue panadero, de laburar en la cuadra y de salir al reparto casa por casa. Con Piri, Cacho y el Gringo, sus hermanos, se hicieron cargo del negocio familiar fundado por el viejo Fo.

Algunas veces estuvo arriba y otras abajo producto de las crisis económicas de este bendito país que se encargaron de mandar al tacho a un montón de emprendimientos familiares. Su última actividad económica-deportiva lo encontró formando pibes en una escuela de fútbol que llevaba su nombre.

Almorzaba a las doce como la gente de antes. Ponía la mesa aunque no esté la comida y le daba al pan (como buen tano) y al tinto, de cajita, con soda. Cuando la Gladys, su mujer de toda la vida, le arrimaba el bife con ensalada, sonreía. No era comida si no tenía carne y si había bis, decía que "era lo mejor de la vida".

Sencillo, generoso. Casi que me pidió perdón, un tiempo después de casarme con su hija, lamentando porque no estaba en un buen momento y no nos había podido ayudar con la fiesta. La peleó mucho, pero nunca lo pusieron de espalda. Tuvo plata y la dejó de tener. Jamás le esquivó al laburo. Siempre tenía una cargada a flor de labios y guapeó crisis con mucho huevo y el apoyo de doña Gladys. Sabía de fútbol y en eso era soberbio pero era otra parte de su personalidad.

Lara, su nieta más pequeña, dice que de noche la tapa. Facu (el que juega bien) hubiera tenido que escuchar sus consejos como técnico, mientras que Gastón (el mujeriego) seguro que iba a tener que soportar sus cargadas. Agos ya no llora cada vez que lo extraña, creo. Mientras Clau se rie (con solapado orgullo) cada vez que escucha una anécdota del chueco. Lu, Orny y Fabri se perdieron que los malcrie.

Que lo pario, hubiera sido bueno compartir un tiempo más con él.

13 de enero de 2009

El mercado de la memoria

El municipio quiere demoler el Mercado del Norte. Alguien se llevó puesto al bar El Molino. El Mercado de Abasto es escombro desde hace un tiempo. Los recuerdos resisten estoicos.

Foto: Diario La Gaceta

El progreso y su avance se va quedando con todo o con una parte de la historia que, es lo mismo que decir, que también se adueña de una parte de nuestras vidas y de las tradiciones. "como el movimiento se demuestra andando..." decía Carlitos Balá. Ahora digo: ¿es necesario que todo ande? ¿Que todo avance? ¿Que todo cambie? ¿Nos hará mejor el cambio? ¿O debo inferir que todo es negocio? Que la plata es lo único que importa.

Será que esa plata que importa determina que el movimiento se demuestre andando? En realidad hace falta que el Mercado del Norte sea más "moderno"? ¿Qué cosas van a cambiar con la modernidad? ¿Será más limpio? Puede ser. Será estéticamente más bello? Calculo que si. Y la gente? Importa?

¿Alguien se detuvo a preguntarle al revistero de maipú y mendoza si venderá más gacetas? ¿La vendedora de hierbas de la entrada que está en la mitad de mendoza al 700 calculará con precisión si la provisión de yerba buena y albaca será la suficiente con el devenir de la modernidad? ¿Reemplazará el shopping al viejo mercado como el campo de batalla entre municipales y ambulantes?

¿Le consultaron a los que, en medio de los trámites, se empujan de apurado y de parado una par de porciones y una mirinda manzana antes de que den las diez? ¿Dónde irán a parar solitarios comensales, cadetes apurados, gestores sospechosos, vendedores ambulantes, empleados públicos escapados, etc que se agolpan en el pasillo de puestos de morfi? ¿Alguien le pagará derechos de autor a estos inventores de los actuales patios de comida?

¿"Candy" se quedará con el monopolio del chocolate con churros? La modernidad que se viene arrastrará a la desaparición de los bares ubicados alrededor de la entrada de la Junín que son competidores en el negocio. Ya no se verán caminando a tipos con bolsas de papel madera con churros rellenos con dulce de leche.

Los funcionarios apuntan a erradicar la inmundicia. Los puesteros, por su lado, a mantener la fuente de laburo, mientras que el público se aferra a la tradición de un lugar que los vio crecer envueltos en el aroma del café, el olor a pizza y el perfume de las verduras frescas. Los patrocinadores del cambio se subirán a explicaciones que no explicarán el verdadero motivo. Dirán que el proyecto es para darle respuestas a la gente. Estoy seguro que la gente no realizó inquisiciones para que le dieran tales respuestas.

No he visto manifestaciones aprobando la movida de cambio. Entonces no se sabe muy bien a qué gentes se les está dando respuestas. Por qué cada megaproyecto tiene un tufillo a negociado? No tengo pruebas pero sensaciones, muchas.

El Rey de la Kafta no tendrá un lugar en el nuevo proyecto. La fritura no es bien vista en un shopping. Pedrito seguirá su derrotero a la desaparición. Bessone, donde compraba la carne mi viejo pasará a ser historia. Don Gallardo y la Pizería Legui son un sabroso recuerdo desde hace un tiempo.

El olor a pescado de la calle que cruza el edificio de maipú a junín dejará de castigarnos las fosas nasales cada vez que buscamos refugio cuando las tormentas tucumanas sacan de circulación a los taxis dejándonos a gamba y lejos de la parada del bondi.

El Mercado del Norte ha sido y es un centro de compras, de los de antes, sin lujos y sin brillo. Alberga a gente de laburo y a luchadores que dejaron su vida en el sacrificio diario. Pero también es de la gente común que día a día va perdiendo los lugares que lo identifican y representan.

Este es otro lugar tradicional y un ícono de la capital tucumana. Lo que pasa es que los políticos que nosotros elegimos, los negocios en los que no participamos y el progreso inexplicable se pasan la tradición por los fondillos.

7 de enero de 2009

Año... ¿nuevo?


Se fue el 2008. Esta es la primera del año que le sigue mas o menos en serio. La esperanza de que lo que viene sea mejor se mantiene como siempre. Antes no me importaba. Ahora me agobia.

Aunque no pueda laburar de periodista, nadie renegaría del trabajo que me tocó en suerte. En realidad no reniego ni por la plata que gano, ni por la tarea que hago. Reniego porque, como dije, no puedo laburar de lo único que me gustaría.

Pero bueno, hay gente en este país que tiene problemas más profundos que el mio, como parar la olla diaria, por ejemplo. Si comparamos, estoy en el paraíso. Tengo familia que me ayudaron a construir. Tengo amigos que elegí y me eligieron. Tengo un blog en el que me engaño que hago periodismo.

Tengo idas y vueltas como todos. Entonces no veo que el 2009 tenga algo de nuevo. La misma rutina diaria que trato de alterar pero "muero" en el intento. Todo es igual, no se transforma y el tedio me gana la pelea día a día. Pero ahí voy como el Sargento Sounders (el de Combate) a quién nadie detenía. Ni los alemanes y el tedio de una, casi, misma misión tras las líneas enemigas.

Las vacaciones que están a la vuelta de la esquina son, hoy por hoy, la luz en el final del túnel. Si los números cierran allá iremos buscando esa luz, si se da lo contrario haremos la plancha en casa y seguro que me aburriré. Eso sí no iré a trabajar y eso ya es una ayudita.

Pero las vacaciones se van a acabar apenas pestañee y todo volverá a su curso normal. Entonces no veo la novedad en este 2009. Voy pa' los 52 y, a esta altura, cambiar de monta a mitad del río no es aconsejable. A esta edad el hueserío dolerá más si me pego un golpe, por más agua que haya.

Sonará a desahuciado, pero también a realidad. Es lo que hay. Los vientos de aventura ya son apenas brisas aisladas y el compromiso de tener gente a cargo me marcó el cuello con sus dedos. Casi que no hay escapatoria. Intentar una me elevaría a un grado de irresponsabilidad mayúscula.

Capaz que hay alguna y no me animo o, en todo caso, me hago el oso. Si uno lo mirara fríamente a esta edad capaz que lo único que queda es vivir una aventura. Vayuno.
Lo único que se es que estaré con la familia que me ayudaron a construir, con los amigos que me eligieron y elegí y con este blog en el que, solo a veces, me siento periodista.

El tedio me estará esperando.

2 de enero de 2009

Imbancables y Sonrisas - olvidados 2008


Es que hay mucha merca y alguna se me chispoteó. Aquí van unos que mercen ser citados nososcomios.

Imbancables:

Los que usan ojotas en cualquier reunión:
aunque tengan unos dedos como empanadas...

Los que usan ojotas porque es cool: aunque les quede como el cool.

Los que usan ojotas.

Los que no laburan porque ya se van de vacaciones.

Los que se van de vacaciones antes que nosotros.

Rivoira: hechó a un tres y trajo otro tres... jate joder chulo.

Los que arrimaron el nombre del abuelo Reggi a San Martín.

Los escandalos de verano.

Las repeticiones de TyC.


Las novelas del canal 9.


El premio La Gaceta en básquet: Lucas Victoriano es el único tucumano en el extranjero y el único que salió campeón de algo (Liga Leb Oro de España) y ni siquiera recibió una puta distinción. El estado de nuestro básquet también tiene que ver con ese diario.

Sonrisas:

El "huracán" Narvaez: se entrena, no jode y gana. Catorce defensas... como Monzón, pero en envase chico.

Luis Scola:
La rompió, la rompe y la romperá. Impresionante.

Diego Capusotto: olvido imperdonable. Con su programa se morfó la cancha.

Las transmisiones por TV de la final de básquet tucumano: vamos queriendo, vamos queriendo... Felicitaciones a todos los que tuvieron que ver.