ANALISIS Y OPINION DESDE FUERA DEL SISTEMA SOBRE TEMAS DEPORTIVOS Y OTRAS YERBAS
14 de enero de 2009
El "chueco" Tito
Recorte de La Gaceta del ascenso de La Florida a 1ª División
Fue mi suegro, pero también fue jugador y técnico de fútbol, panadero, almacenero, italiano, "ciruja" y buena gente. Se fue temprano, como haciendo la contra y no escribí nada sobre él en aquel momento. Esto se lo debo y me lo debía.
Cancha de Almirante Brown de Lules. El silbato del árbitro mandó al descanso del entretiempo. Caminando hacia el vestuario escuchó los gritos de los plateístas de su equipo que le reclamaban cambios. Levantó la vista. No pudo divisar al que gritó: "tito, sacalo al 5". Ya había decidido que el volante central se iba a quedar en las duchas cuando arranque en el segundo tiempo.
Juntó a los jugadores y comunicó la decisión. El cinco lo miró a los ojos y le dijo: "maestro, me saca porque se lo pidió la tribuna..." El "Chueco" tragó saliva devolvió la mirada, pero cargada de furia y retrucó: "te llamás "pusitanelli", como querés jugar al fútbol con ese apellido". El tano no se andaba con vueltas, pero siempre le metía humor para que la sangre no llegara al río.
Me crucé con él al final de los `70. En el primer encuentro, si algo no hubo, fue simpatía. Tano, chapado a la antigua, tanguero y con la picardía de barrio brotándole por los poros, no se iba a bancar así nomás que su hija mayor estuviera de novia con uno como yo. Pelo largo, modernoso a veces, roquero siempre, alejado del tango, todavía, y también con mucho barrio encima.
El choque de generaciones sacó chispas pero, como siempre, la sangre no llegó al río. Cuando me conoció un poco se quedó más tranquilo. Además con quién más podía hablar de fútbol que no fuese conmigo. Tenía dos hijas mujeres y un varón al que no le importaba demasiado el fútbol.
Afirmaba que la táctica estaba por encima de la habilidad y que un buen técnico con algunas buenas voluntades podían hacer historia. Su ídolo era el Toto Lorenzo, mucho más después de ganar todo con Boca, club del que era hincha. Imagínense, a mi me gustaba Menotti y la libertad de la que gozan los que saben jugar, pero no había discusiones más si, respeto.
En el ocaso de su carrera como técnico dirigía a Estación Experimental y el equipo casi que ni funcaba. Me invitó a la cancha y me resultó medio sospechoso. "Enseguida te llamo al vestuario", me dijo apenas entramos a la cancha. Al rato se abrió la puerta y el utilero me dijo "pase señor" guiñándome un ojo.
Entré en plena charla técnica cuando el chueco arengaba a la tropa. El equipo no ganaba seguido y un triunfo era el único resultado que servía. De repente me miró y largó "el señor es amigo y es un empresario que coloca jugadores en Bolivia... hoy vino porque le dije que aquí está lo que busca"... todos se dieron la vuelta y me miraron. Puse la mejor cara de empresario que pude y les dije canchereando: "jueguen tranquilos y hagan lo que el profe les diga... mucha suerte"
Salí del vestuario mordiéndome los labios para no reirme. En la cancha, los tipos parecieron leones. Ganaron y yo me hice humo. Para el retorno a casa garroneamos a un vecino con auto que estaba en la cancha. "Como metían los changos" dijo el vecino. Tito, a modo de respuesta ensayó: "es que había un empresario que los vino a ver". Yo me volvía a morder los labios.
Su época de esplendor en la dirección técnica había ocurrido hacía mucho. Con San Martín, más precisamente, cuando lo llevó por primera vez al Nacional de Primera División tras una definición por penales con Juventud Antoniana. Dicen que los hinchas cirujas lo llevaron en andas hasta su casa que quedaba en la Pellegrini al 300. También hizo buenas campañas en Sportivo y Central Norte. Salió campeón con Floresta y La Florida llegó a primera de su mano. En Bella Vista también es bien recordado y con Brown de Lules se encargó de sacarle un invicto de 47 fecha al Atlético Tucumán de Villa y Palomba.
Pero su faceta en el deporte no era lo más importante. Dignificaba el trabajo honesto por sobre cualquier cosa. Fue panadero, de laburar en la cuadra y de salir al reparto casa por casa. Con Piri, Cacho y el Gringo, sus hermanos, se hicieron cargo del negocio familiar fundado por el viejo Fo.
Algunas veces estuvo arriba y otras abajo producto de las crisis económicas de este bendito país que se encargaron de mandar al tacho a un montón de emprendimientos familiares. Su última actividad económica-deportiva lo encontró formando pibes en una escuela de fútbol que llevaba su nombre.
Almorzaba a las doce como la gente de antes. Ponía la mesa aunque no esté la comida y le daba al pan (como buen tano) y al tinto, de cajita, con soda. Cuando la Gladys, su mujer de toda la vida, le arrimaba el bife con ensalada, sonreía. No era comida si no tenía carne y si había bis, decía que "era lo mejor de la vida".
Sencillo, generoso. Casi que me pidió perdón, un tiempo después de casarme con su hija, lamentando porque no estaba en un buen momento y no nos había podido ayudar con la fiesta. La peleó mucho, pero nunca lo pusieron de espalda. Tuvo plata y la dejó de tener. Jamás le esquivó al laburo. Siempre tenía una cargada a flor de labios y guapeó crisis con mucho huevo y el apoyo de doña Gladys. Sabía de fútbol y en eso era soberbio pero era otra parte de su personalidad.
Lara, su nieta más pequeña, dice que de noche la tapa. Facu (el que juega bien) hubiera tenido que escuchar sus consejos como técnico, mientras que Gastón (el mujeriego) seguro que iba a tener que soportar sus cargadas. Agos ya no llora cada vez que lo extraña, creo. Mientras Clau se rie (con solapado orgullo) cada vez que escucha una anécdota del chueco. Lu, Orny y Fabri se perdieron que los malcrie.
Que lo pario, hubiera sido bueno compartir un tiempo más con él.
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3 comentarios:
Angelote,
Yo te creo todo y te creo con capacidad de cualquier cosa. Si mañana me decis que las balas no pueden hacerte daño, te creo. Si me decis que podes volar, te creo. Si me decis que ganaste el Pulitzer, te creo. Pero eso de que pusiste cara de empresario... ni en pedo me lo trago.
Igual, un muy tierno relato.
Daniel GS
Con un acordeón de fondo... Y eso que no me gusta el tango.
Un homenaje digno y sencillo, como quien escribe.
Un abrazo negro.
Mi querido Dani, apenas puese cara de empresario. No tengo bolsillo de empresario, más si corazón que es algo de lo que ellos, en general carecen.
Horacles, el tipo se merecía estas lineas y mucho más. Por otra parte, deberían gustarte algunos tangos. A mi me gustan algunos desde muy joven, creo que desde que tenía menos años que vos.
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