29 de noviembre de 2008

Peligro, inspectores


Se acercan las fiestas de fin de año y la patota municipal extrema el celo a la hora de controlar automovilistas, motociclistas y taxistas. Cuando los vea, raje.

Cada año y cuando comienza el acopio de pollos, lechones, sidra, turrones y todo tipo de elementos que aumentan nuestra masa corporea, los municipales se ponen como locos. Entonces cada moto que transita por la ciudad es una pieza de caza para los muchachos de camisas celeste y pantalones gris que amontonan vehículos de dos ruedas arriba de los camiones.

No se entiende demasiado que chip se le activa a estos servidores públicos que se esconden en las inclementes siestas tucumanas cerca de las esquinas críticas para sancionar y/o multar a aquellos que eligen girar a la izquierda donde no se debe o pasar un semáforo en rojo.

Pero ojo, no están para prevenir un accidente o para impedir que los automovilistas y/o motociclistas no hagan lo que no deben, si para sancionarlos cuando lo hacen. Es decir, no importan si en esas esquinas críticas hay accidentes que se cobren vidas o heridos. Lo único que importa es recaudar, para la corona o el bolsillo.

Es verdad, también, que el verdadero culpable es el infractor y que no es que manejamos mal sino que nos pasamos de vivos. Pero también es verdad que los organismos de control deben participar de la prevención y no ejercer el poder de policía sólo cuando la infracción ya fue cometida. Pero la política sancionatoria es institucional desde siempre y está destinada a recaudar para la corona o el bolsillo, porque algunos se pasan de vivos.

No faltará el que se enscandalice ante mis acusaciones hacia los coimeros de siempre y me pedirá que presente pruebas y que haga denuncias en la justicia. Como si se entregaran recibos cada vez que se produce un cohecho. A esos les pido que expliquen porqué las motos y/o autos que son secuestrados en los operativos en el fin de semana, los lunes ya no están en el corralón.

Eso lleva a una conclusión, la coima es institucional, entonces. Si cada vez que uno de los agentes de tránsito se encuentra en problemas aparece algún jefe para defenderlos. Esos jefes no se enteran qué ocurre con su tropa en los fines de semana o en las siestas tucumanas en Santa Fe al 800 o Avenida Sarmiento al 800?

Si no lo saben deberían renunciar o, en todo caso, entregar a los corruptos que permiten que infractores cuasi asesinos se salven de la multa con 50 mangos y los dejan ir para que en otro semáforo se lleven puesto a un peatón. El intendente Amaya sabe del recrudecimiento de estas prácticas para fin de año o andan cortando la cinta de alguna calle repavimentada?

Vuelvo a los mismo. Los que manejamos somos los primeros responsables, pero si los que tienen que prevenir se preocupan sólo por recaudar por la corona o sus bolsillos haciendo su diciembre feliz, estamos fritos.

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