12 de noviembre de 2008

El Kennedy - La esquina de Manguera


Fue el punto de reunión en mi adolescencia y se convirtió en algo así como el bar del barrio. Sin mesas ni sillas, tampoco mozos o café... eso sí mucho alcohol, cargadas y anécdotas.

Muchos madrugadas de domingo nos sorprendieron con los cortos puestos y dados vuelta de la borrachera. Algunos no aguantaban y se dormían acurrucados en la vereda. Los dedos amarillos de tanto fumar y el vino ya caliente. Mal comidos y prometiéndonos amistad eterna eran muestras de las cosas que hace el alcohol en el cerebro.

El Juvenil Kennedy había jugado en la tarde del sábado en el campeonato del viejo Zamorano en la cancha de los bolitas (bolivianos que habían construido el barrio Ampliación Kennedy) y los comentarios se estiraban en la "esquina de manguera" cuya ubicación geográfica era la intersección de perú y castro barros. Vaquita que se organizaba como una reunión de la OEA y bolsilo común que servía para hacer frente a la picada y a los primeros vinos con mirinda.

Lito, un profesional que era titular en River y que en verano jugaba para nosotros de marcador central fue conducido en calidad de bulto varias veces a su morada. Es que el tipo venía del fútbol grande y en el barrio revivía como pibe. El jugar desprovisto de compromiso se le reflejaba en la cara. Un día le ganamos al peligroso San José en la cancha de la Boca del Tigre (hoy Barrio Oeste 2) y el festejo terminó a la hora del desayuno. Lito, a la una de la madrugada, se le animó al último vaso y abandonó.

Como en cualquier esquina de barrio la fauna estaba compuesta casi por los mismos especímenes de cualquier barra, a saber:

El mentiroso: el gordo Santi le sacaba un kilómetro al resto. Era cabo radiólogo. No sabemos cómo obtuvo ambos cargos si no pasó ni por la veredad de la universidad ni de la escuela del ejército. Decía que había comabatido en los montes, pero estoy seguro que no tiró ni un chaskiboom. Aseguraba que su gran enemigo era el "Robi" Santucho... Dudo que el capo del ERP estuviera enterado de la existencia de un cabo radiólogo que se apellidaba Santillán y que, encima, era su peor enemigo. Eso sí el gordo era ají pa' la piña.

Su virtud para la mentira era cuestión de genes. El "Viejo Santi", padre del gordo, era ladino y tan mentiroso como el gordo (sus genes, atiborrados de colesterol, se multiplicaron en el hijo). Decía que había jugado al fútbol contra los más grandes, en Tigre para más datos, pero nunca mostró una foto, ni dibujo, ni carnet que acredite su pasado de jugador. Un día hicieron una razzia de la esquina susodicha y el viejo fue a parar al calabozo junto con los pibes del barrio.

En la Comisaría de Barrio Jardín protagonizó dos anécdotas memorables.Los que estaban en el calabozo con él comenzaron a pedir al guardia que habra porque había un enfermo. El "rati" abrió la puerta de la celda y el viejo apareció tomándose una de sus rodillas ensayando un "gracias m'hijo, no puedo estar parado mucho tiempo..." se comió un castañazo del guardia y tuvo que soportar las cargadas de todos. Al otro día estaba observando una partida de damas entre el comisario y un reo en el patio. El capo de la seccional se moqueó en una jugada y el viejo le mandó "yaaentreagau el rosquete" capotón furioso del resto de la barra buscando menguar la metida de pata.

El humorista: el lungo se llevaba el título. Chiste fácil y chascarrillo que se potenciaban a medida que el vino blanco & mirinda le ganaba a la sed. El drama estaba en la rutina o guión, que se repetía reunión a reunión y sin renovación alguna.

El langa: que de tal no tenía nada. Chueco, flaco y con las piernas como chorro 'i soda. Encarador a morir y eso que le patinaba el embrage a la hora del parloteo. Ese tartancheo le valió el mote de te-te y más tarde fue manguera. "Ciruja" venenoso y cargador en cuya casa parábamos. Tenía un talento especial para leer antes que yo el Humor Registrado que yo compraba. Su vieja, Doña Mary fue una genia. Un encanto de tipa y gran cocinera.

El testigo: ese apodo se me ocurre ahora. En realidad le decíamos "Gilgamesh, el inmortal", como la tira de la revista "El Tony". Cada hecho del pasado que tocábamos, él lo había vivido. Su apodo era pepe, pero también portaba los motes de judío y/o gallego. Era el carnicero del barrio. Arquero o marcador central, laburador y guapo como cualquiera que se haya criado en El Palomar de La Banda del Rio Salí.

El guapo: mi amigo Daniel, también conocido como jetón. Jugador de rugby de los buenos. Pilar de Corosarios y Lince. Cargador como pocos y cero patotero. Gran morfador de asados y solidario a morir cuando alguien estaba en problemas. Un día se le paró al gordo Santi y los separamos. Estoy seguro que el gordo no se la iba a llevar de arriba. El Jetón le había desinflado las cuatro ruedas del fitito y el gordo había levantado como mil de presión.

El líder: le decían Juanky. Fue mi primer amigo-amigo. Jugaba bien como lateral derecho. Su liderazgo no provenía de su guapeza sino de su habilidad para usar las palabras. Era buen amigo, pero a veces se pasaba de rosca y se metía mucho en la vida de los demás. No sé mucho de él y hace un toco que no lo veo.

El bueno: Tusa el hermano de manguera. Cocía las pelotas con hilo cáñamo como un artesano. Es que no había tanta guita para comprar una pintier y reciclábamos el viejo cuero cada vez que se descocía. Jugaba bien al básquet y nos enredábamos jugando al 21 por la coca hasta que nos agarraba la noche en la canchita de la calle Ecuador.

Huevo: el moquero de la barra. Al tercer vaso de cerveza se convertía en un kamikaze de al-kaheda. En estado de ebriedad le tiraba la bronca a la Chancha y al Mono convencido de que les ganaba. Buen amigo, bromista y fumador empedernido. En un "15" en el barrio Echeverría un pibito jugaba al carnaval con otro y sin querer lo mojó. Huevo se dió la vuelta y escupió a un grupo de vagos que estaban sentados atrás. Era todo el baile contra nosotros. Nos salvamos como Rivoira ante Unión.

Amistad, compañerismo, alcohol y código de barrio que se respetaba a rajatabla. Ninguna de estas virtudes se pactaba. Fluían, confluían y servían de vínculo.
Con algunos de estos tipos fui amigo a morir, pero la puta vida te lleva por donde ella quiere. Si hasta el jetón fue testigo de mi casamiento y hace como ocho años que no lo veo. Anda por Paraguay y Misiones laburando de entrenador de rugby.

A muchos de ellos me gustaría verlos de vez en cuando, a otros no tanto... eso sí, de ser posible, en la esquina de manguera.

Bonus track: muchas gracias al gran Sejo.

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