7 de septiembre de 2019

El apellido del juego



Y es eso... El fútbol no se se concibe sin su presencia. Nunca se fue. Nunca se irá.

Los íconos tienen esas cosas... Héroes irremplazable a aunque el tiempo intente hacerlo con otros apellidos...

Cada tanto regresa para renovar fueros aunque no haga falta. El que nunca se fue, es imposible que regrese. Su aura transforma, moviliza, revoluciona...

Y ese espíritu revolucionario lo hace ponerse del lado del desvalido, del pobre, del abatido, del desesperanzado. Del que se quiere refundar.

La mitad de la Nápoli Argentina empapela su esperanza con su cara en cada pared desnuda... Sonríe, Dios te mira... Ojalá el milagro llegue...

Allí va el Cid a meterle miedo a los molinos... Y detrás de él, el pueblo tripero al que ya ni le pesa la mochila llena de frustraciones.

No importa cuán difícil sea lo porvenir... No importa el cuello y eso que la guillotina ya viene descendiendo, casi desde el nacimiento mismo...

La esperanza se corporizó en el cuerpo castigado por las patadas del juego y de la vida. El guerrero del tobillo destruído del '90 se puso al frente... Si pudo allí a pesar de Codesal y la FIFA, mirá si le va arrugar a un puto promedio...

Para los bobos que anteponen su privacidad pública para calificar...
Para nosotros que enarbolamos su bandera guerrera y que nos sentimos los dueños en el '86...
Para el poder establecido, deportivo y del otro, les comunico que el Sr Maradona ya está de vuelta entre nosotros...

El que nunca se fue...
El que nunca se irá...
Bienvenido...

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