18 de octubre de 2014

Manguerita

Dura noticia el viernes. No es bueno que se te mueran amigos. Dante era uno de esos. Del Barrio Kennedy. Su casa era punto de reunión. Derecho y de códigos.

La vida te lleva para dónde ella quiere. Soy un convencido. Nos veíamos menos. Había hecho su vida y yo la mia. La suya siempre tuvo más noche que la mía. Tuvo más juerga que la mía, pero cada vez que nos encontrábamos, la empatía se sentaba con nosotros y también pedía un cortado.

Se había separado hace algunos años y vivía sólo y se le notaba la soledad a pesar del humor a flor de piel con el que intentaba maquillar una tristeza que yo notaba. La soledad de los bohemios. La soledad de amigos de la noche. Si te lo cruzabas de día era siempre en las mesas de afuera del bar para poder fumar y tomar un café. Si el encuentro era nocturno el vaso de wisky reemplazaba al pocillo.

Pero antes del final, muchos antes hubo una vida. De barrio. De fútbol. De básquet. De bromas. De seriedades. De risas. De largas noches de alcohol en Castro Barro y Perú, que los vecinos se encargaban de denunciar porque no los dejábamos dormir. El, yo y la maravillosa barra de un barrio que nos identificaba.

Encarador y simpático con las minas. Su tartamudez ni se notaba en esas lides. No le arrugaba ni a la más linda. Vivo, pícaro. Cuando yo compraba Humor Registrado se las ingeniaba para leerlo primero que yo. Nunca compró uno. Pero me los devolvía.

No jugaba bien al fútbol, pero te hacía reir. El padre era el técnico del equipo y le tiró la camiseta de arquero. Había faltado el títular. No terminó de acomodarse y ya había recibido tres pelotazos en los palos y él estaba como una estatua. Marito, su hermano, llegó con un mensaje del técnico. "Dice el papá que estés tranquilo..." Rajá de acá si no querés que te mate, le contestó a su hermano... Lo cargamos una vida con esa anécdota.

No me dejó sólo aquella noche de invierno de largo aliento a ginebra y picada en la carnicería del Gallego Pepe. Seis o siete fuimos. Tomamos mucho y yo terminé con mi aparato digestivo en la mano. Se vino a domir a casa y me sostuvo la frente cada vez que vomité. Hasta buscó un enfermero para que me colocara una inyección.

Dicen que el amor y la amistad tienen como enemigo a la distancia y a la ausencia.
Refuto a muerte esa máxima, al menos en el caso de la amistad.
El viernes se murió Manguerita y me dolió el alma...



No hay comentarios: