26 de octubre de 2012

110

Acaba de cumplir Atlético Tucumán.Fui-soy hincha. Fui dirigente. Este año volví a la cancha, pero por hacer periodismo. Todo sigue igual.

El periodismo me llevó por primera vez al Monumental. El periodismo me hizo volver. El que depositó mi humanidad de niño fue el que ejercía mi viejo. Laburaba en El Mundo del Deporte, algo así como el barça tucumano de la comunicación de aquellos tiempos.

Y me llevaba a mi. No entiendo muy bien porqué. Fui un hincha especial grité mi primer gol en una cabina de transmisión. Me rajaron, de una, de ese sagrado ámbito de la profesión periodística. Era casi una afrenta que alguien gritara un gol, como hincha, allí dentro.

Si supieran... Todos los que laburaron y laburan en este oficio son hinchas de alguien. Sino como puede ser que laburen de esto. Pero, como siempre, me estoy alejando del génesis de este post. El tema es Atlético y su centuria más diez.

Ante tamaño número se mezcla todo. Apellidos, tardes maravillosas y de las otras, amigos de fin de semana, efusivos abrazos con desconocidos, ronqueras, choris con chimi, discusiones. Café estirado hasta la noche en la plazoleta y semanas andando de costado para evitar las cargadas cuando el resultado era contra.

Un ser humano pensante y más o menos cuerdo no debería pasar por esto. Pero un hincha no es un ser  normal. Ese extraño bicho que te pica y que produce la roncha de la pasión no tiene cura y no se cura con una batería de antibióticos.

Y de esos 110 algo viví, de cerca o de lejos. Conocí gente buena y de la otra. Dirigentes que despilfarraron sus dineros y otros que no se la jugaron ni a palos. Jugadores, técnicos e hinchas que no arrugaron ni aunque vinieran degollando.

Gente que con su paso, engrandenció al decano. Mientras otros se esmeraron por chocar un club con una historia de libro. Del Patón Benavídez a José Rafel Albrecht. Del Lito Espeche a Walter Omar Jiménez. Del Maestro Raúl Villalva a Ricardo Julio Villa. Y los nombres que debo dejar en el camino porque este post sería interminable.

Pero Atlético era grande antes de estos apellidos. Atlético es la gente, también. La que por ese inexplicable placer le quita horas de su descanso "solo por volverte a ver" como dicen Las Pastillas del Abuelo... Aunque a veces, no tenga nada de placentero.


Atlético ha sido una parte importante en los últimos 55 años. Hoy ya no lo es tanto. Hoy, mi mujer, Claudio y Agostina son el centro. Me informo de lo que pasa en mi club pero ya no voy como antes.
 Empecé el borrador de esta nota cuando el más grande acababa de soplar 110 velitas celestes y blancas y yo había regresado al periodismo. La termino cuando ya he dejado de ir, nuevamente.

Feliz 110 a todos. A los que siguen concurriendo y a los que se compraron una platea en el cielo...

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