7 de junio de 2007

Un empresario



Su regreso a Tucumán en la última década del siglo pasado quedó marcada por los cirres de la empresas que adquirió y por el desempleo que generó.

Alberto Llaryora o León Blanco como le dicen allegados, forros y zánganos que lo rodean reapareció en Tucumán colgado de la movida menemista de los inversionistas que venían del extranjero.
La historia del héroe coterráneo que triunfa en el otro lado del océano y viene a devolverla en su pago chico cobró vida una vez más. Pero sus triunfos empresarios en el exterior no se repitieron en Tucson. Todo lo que tocó cerró y no pareció haber ganado dinero.
En realidad quedó como un gil de los negocios, pero nadie se hace rico siendo gil.
Se acuerdan de Limpito? Aquel supermercado que le peleaba el liderazgo al Super 25, a Huasuf Hnos y a Lozano. Aquel emprendimiento comercial pertenecía a la familia Ordeñana y Don Alberto lo compró. Duró menos que el "Condor" Rueda en San Martín.
Al Ingenio Aguilares, otros de los emprendimientos que intentó, lo hizo caminar por la cornisa y gracias a Dios los empleados del establecimiento azucarero lo sacaron del horno porque reaccionaron a tiempo. El empresario también reaccionó a tiempo porque los muchachos del ingenio lo corrieron hasta a la ruta 38. Desde aquella aciaga jornada para el gran empresario el sur existe... pero hasta Concepción.
Pero su gran caballito de Batalla fue y es el periodico. Iniciado hace trece años entre fuegos artificiales y fiesta palaciega la publicación se paró en la vereda de enfrente del poder establecido y se dedicó a la investigación periodística.
Gastó y gasta tinta denunciando a corruptos y aprovechadores de los bienes del estado pero a sus empleados no les respetó ningún convenio laboral. Y en esto hablo con conocimiento de causa. Estuve cinco años en negro cobrando mal y tarde, mientras algunos jefes la levantaban con pala y ni se calentaban por la tropa. Muchos de ellos salidos del honorable Diario La Gaceta.
Este personaje, intocable, supuesto defensor de la libertad de expresión y denunciador de funcionarios delincuentes no se fijaba en la viga de sus ojos pero si en la paja del ojo ajeno.
Gastaba enormes sumas en fiestas de inauguración y de relanzamientos, pero en la redacción te levantabas y te afanaban el teclado o el mousse de la compu o la silla. Una selva periodística. Allí hacíamos un semanario primero y un diario después.
Con periodistas de primera (por lo que cobraban) y otros de segunda que sosteníamos la publicación.
La empresa se llamó primero Grupo Ocho de Prensa (O de merca como graciosamente decía el amigo de un amigo), Editorial el periodico, después; Editorial Ronda, cuando pasó a ser diario y después la nada. En cada apriete de la AFIP cambiaba la razón social.
Un lunes, ayudado por los barras del Atlético le pusieron un candado a la entrada del predio donde funcionaba el diario y la Radio Antena Ocho y, como decíamos en el barrio cada vez que perdías en el picado, "a lavar los gallos".
Cien tipos en la calle en el 2001 y un arreglo indeminzatorio que se aprovechó de la necesidad de los recientes desocupados.
Y este es el paladín de la justicia que llena las páginas de el periódico con denuncias obviando que él es es tan corrupto como sus denunciados?
Vayan por la redacción de ese semanario y pregúntele a sus empleados si le respetan algún convenio laboral vigente referido a los trabajadores de prensa. Investiguen si le pagó vacaciones a sus empleados, o si les reconoce los gastos de comida. Pregunten cuántos pasantes tiene y si respeta el convenio referido a ellos.
Fijense si alguno de los empleados está en condiciones regulares. Si la empresa realiza los depósitos de los descuentos de ley que les practican a los haberes de los periodistas.
Este personaje de oscuros intereses pasa por la vida de los tucumanos formando opinión y es una verguenza para nosotros, los periodistas.
Es bueno que, al menos, se conozca su cara.

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