12 de febrero de 2010

El paraíso ( ahí estuve)



Recién recupero mi compu. Por eso tardé un mes y días en contar de mis vacaciones. Descansé, cociné, comí a lo loco y conocí gente y lugares... siete días felices.

Córdoba me gusta y a la familia también. Fuimos los cuatro y eso estuvo bueno. Me aventuré a manejar, pero la aventura fue efímera. Mi hijo Claudio se convirtió en un fundamentalista del volante y no me dejó ni que abriera la puerta del tutú. Igual joya... sumó para que el descanso sea tal.

Le apuntamos a La Falda y "José Suerte" contribuyó para la elección del alojamiento. Desde la web, el hotel parecía como mucho... "careta" dijo Agostina, pero ni ahí. Chico, fuera del casco céntrico, en un cerro, de frente al lago, pileta, asador (fundamental), silencio, paz y atención joya. Staufen Club Hotel, se llama y, si les cabe, no se lo pierdan

Gastón, el dueño, parece Mascherano... está en todos lados y te la hace fácil. Se preocupa por "su gente" y aconseja sitios para visitar y morfar. Encima, el precio. Menos de 100 por pera con desayuno. Limpieza y orden, sencillo y familiero. Ayudados, además, porque coincidimos con un grupo de pasajeros, casi como uno.

Las dos "paparulas" Chiara y Camila se ocuparon de despertar ternura y sonrisas en dosis similares. Lo contrario a su mamá, Cynthia, quién casi no hizo ruido durante toda nuestra estadía. Pablo, el papá, llegó más tarde y lo consideré un tipo oportuno: arribó el día antes a que nos morfemos empanadas tucumanas "fréidas" en grasa producidas por mis propias manos.

Agostina me vendió como el mejor empanadero del mundo y Gastón dijo que quería probarlas. Le dije que si a Mascherano y ligaron todos los pasajeros. El carnicero que me vendió el matambre también consiguió su docena. Los porteñísimos e hipergallinas Carlos y Silvia y sus dos hijos también se prendieron. La sobremesa se estiró hasta bien entrada la tarde.

La estadía también estuvo marcada por tres asados en familia, algunos, y con más compañía los otros. Dormí mucho y por lo tanto descansé. Siempre dije que iba a hacer 600 kilómetros para dormir buscando achicar el stress de un pésimo 2009. Lo logré pero también hice cosas que me divirtieron, conocí gente y lugares y gasté guita (no mucha) con gusto.

Tardes de pileta estiradas hasta la puesta del sol que derivaba en la inexorable mateada. Sol y brisa que ayudaron al bronceado (ennegrecido en mi caso, ya que mi bronceado es de nacimiento). Noches estrelladas, paseos por la villa, visitas a pueblos vecinos y la Cascada de Olaen. Joyitas que ayudan a arrancar un nuevo año.

Gracias Staufen... Gracias Mascherano. Seguro que nos vamos a volver a ver.

1 comentario:

DanielGS dijo...

Bueno, volviste del paraiso!
O mejor dicho... a que volviste del paraiso??? Te hubieras quedado alla!!!

Me alegro que hayas disfrutado tanto, negro. A ver si ahora te pones las pilas con el blog y empezas a poner material.

Un abrazo,

DanielGS