30 de marzo de 2007

Silencio, Dios está enfermo











Otra vez el tipo que le puso apellido a la Argentina está intenado en un Sanatorio. Otra vez es noticia. Gracias a Dios está vez fue distinto

La nueva noticia de una recaída del Diego me trajo a la memoria una nota que escribí hace un tiempo para una revista tucumana. La titulé "Los demonios de Dios" (La revista se llamaba Los Mil Demonios)
Entre esta enfermedad y aquella hay una gran diferencia. Los periodistas no comimos carroña esta vez y eso es bueno.
Lo que sigue es la nota de las que les hablaba:

Diego Maradona pasó y pasa por la vida de los argentinos dando alegrías y luchando contra los demonios que lo acosan. Muchas veces lo dejamos solo en la pelea y hasta le hacemos barra en contra.
Cuando me puse a enumerar la cantidad de demonios que el tipo tenía me di cuenta de su grandeza.
A cualquier hijo de vecino con uno le basta y le sobra.
Me di cuenta que había descubierto una especie de verdad revelada de la vida, casi matemático: a tanta grandeza… tantos demonios.
El tipo es Diego Armando Maradona, que no tiene mil demonios pero sí tiene muchos.
Dicen que pienso así de él porque lo admiro o porque yo, como tantos otros, me considero su hincha número uno.
Que lo justifico, que lo perdono, que lo apaño… ni que yo fuera Dios.
Este artista, comparable a tantos genios del siglo pasado ha mantenido encarnizadas luchas con cada uno de los demonios que se les ha ido presentando. A algunas las ganó, otras las perdió, mientras que en otras sigue parado en medio del ring pegando y recibiendo.
Cada uno de los demonios se le presentaron, creo que para confundirlo, con distintas formas: de traje y con micrófono simulando ser periodistas; amorfos como el
poder y la fama. Con el aspecto de amigo como Guillote y el entorno; de blanco como la cocaína, de hinchas exitistas y crueles como los argentinos. Y la lista sigue...
Los periodistas hemos usado sus andanzas fuera y dentro de la cancha para gastar litros de tintas y kilos de papel y nos hemos aprovechado de todo, sin escrúpulos. Desde la gambeta memorable en el Azteca del ´86 o como la "cama" que le hicieron en el departamento del Barrio de Caballito. Todo servía para vender diarios y llenar programos de radio y Tv Lo que él generaba era oro en polvo y había que aprovecherlo.
Hoy todos ponen cara de compungidos ante su enfermedad. No vaya a ser que se extinga el filón. Y si se extingue nos daremos maña para seguir vendiendo con su vida y obra.
El poder fue el demonio más vil. Ya sean los gobiernos argentinos, la FIFA o la AFA. Dos presidentes le prestaron el blacón de la Rosada. Dos veces usaron su figura para sentir el calor del pueblo. Algunos dicen que el incidente en el Barrio de Caballito se montó para tapar la valijas de Amira Yoma. Políticos del riñón de Menem se confabularon para que Diego se el pato de la boda. Y lo lograron.
La fama es otro demonio que no lo deja descansar, pero al menos es más lógico que lo acose. Siempre le va a rondar y todavía le cuesta vivir pegada a ella.
La droga llegó de la mano de la fama y eso que lo visitó por primera vez cuando el esplendor, la gloria y los títulos no eran tantos. Sin embargo hay que vivie en un mismo habitáculo con el talento, el dinero, la fama, las minas que te buscan y además con uno mismo. Para colmo el entorno nunca estuvo capacitado para decirle que no o aconsejarlo. Entonces ¿cómo no llegar a la droga?
Después llegó Guillote, el demonio-amigo, hermano, compinche de la noche en los tiempos buenos, devenido en el peor de los zánganos en el ocaso. Traidor para muchos, amigazo para otros.
Después venimos nosotros, terribles hijos de buena madre vestidos de hinchas que usamos su obra de arte ante los ingleses a modo de venganza patriotera por Malvinas. En aquel ´86 salimos a gritarles a todos que éramos los mejores del mundo y que Dios era argentino. Somos los mismos que rogamos por su vuelta después del 0-5 ante Colombia en las Eliminatorias del ´94.
También somos los mismos que ante cada recaída salimos a pegarle con lo que tenemos a mano. Gordo, drogón, fiestero, borracho son algunos de los calificativos que usamos.
Ni lo cuidamos, ni lo mimamos. Eso sí, lo juzgamos. No respetamos su privacidad ni la de su familia y encima opinamos cómo se tiene que comportar. Alguna vez, en una entrevista el Negro Lucas Victoriano me dijo: "me hubiera gustado que nosotros hubiésemos cuidado de él como los EEUU hicieron con Michael Jordan... de ese `negro` sólo conocemos lo que hizo en la cancha, pero alguna cagada habrá hecho... ellos cuidan a sus ídolos".
Nosotros no los cuidamos, los envidiamos, los usamos y dejamos que se la agarren sólo con sus demonios, como en el caso de Diego.
Que se las arregle... total es Dios.

1 comentario:

Duele Tucumán dijo...

Vi el post "Vendehumos" y me parece que te puede interesar la idea de nuestro blog: www.dueletucuman.blogspot.com.

Un abrazo.