26 de enero de 2024

Lo que ya no es


 Del otro lado del vidrio, el hijo del Chueco Ansardi.

Hablamos rápido de lo caro que está esta mierda y Atlético se coló en la charla. Allí también espantan los números para los hinchas. Habrich, el eterno hombre de la sección cobranza le arrimó una solución a su caso... La decisión todavía se medita. La billetera aulla de dolor.

Se fue y se disparó el recuerdo. Para mí la cancha no sólo fue la camiseta y la pasión consecuente. Mi paso por la dirigencia me quitó vida y hoy reniego de ello. Capaz que hoy "castigo" al club por el tiempo perdido, y no voy desde hace mucho.

Pero tampoco voy porque no me adapté a los cambios y a las ausencias, también. Ansardi chico me trajo el recuerdo de la fila 5 del sector 1 de plateas. No fueron solo asientos. El mencionado Chueco, Tanque Muñoz, Coco Lencina, el gordo Quenolo, el gran Goleada Gómez y algunas veces nos honraba el Lito Espeche para completar el disfrute. Del otro lado de la tela jugaban, de este lado las cargadas, las anécdotas, las bromas y las risas contrastaban con los insultos y el fanatismo que nos rodeaba. Eran maravillosas las cargadas (bombuchazos incluidos) al impecable gallego Martínez, Comisario Deportivo de aquellos años.

Para colmo, de la lista de notables ya quedan pocos, entonces no me irán las caras nuevas... Zonceras de muchacho mayor (viejo nunca) que no hace zaping sólo cuando juega Atlético o, en todo caso, cuando la pantalla juega un primo hermano de un barrio cagón (la Chile, dixit). No aguanto un juego entero de casi nadie. Me maneja ese demoníaco adminículo llamado control remoto, ayudado por su hermano ilegítimo llamado celular.

Cada vez que me preguntan por qué no voy es largo para explicar, entonces esquivo la respuesta con la cintura del Pancho Pacheco. La única manera que vuelva es que pinte laburo en una cabina de transmisión con un relator gritándome en los oídos. Esa si me cabe y motivaría un retorno apenas profesional.

A aquella banda que integré no es que no les importaba el resultado y el juego. Mirá si a Coco y Goleada no les iba a importar. Conquistaron la Bolívar de La Ciudadela tres horas antes de un clásico a puño limpio y la visita a esa cancha dejó de ser un suplicio para el pueblo decano. El Chueco viajó a la luna siguiendo al deca y con la banda del oso Politti le hicieron un millón de festejos a los jugadores. El Tanque fue Campeón de Campeones en el 60 con esa camiseta y el gordo Quenolo se quemó los dedos haciéndole asado para todos los planteles. Y mi ídolo El Lito... qué se puede agregar. Yo era el que menos laureles me colgaba, un hincha apenas que alguna vez le quité horas a mi familia porque vivía metido en 25 y Chile jugando al dirigente. 

Estábamos allí porque nos convocaba el mismo sentimiento con idéntica pasión, pero le bajábamos el precio de modo inconsciente... Mucha agua bajo el puente te ponen los pies sobre la tierra y ya no es la vida y la muerte (nunca lo fue) el resultado. Creo hoy, que los últimos años que ejercí como hincha presente lo hacía más por verme con gentes que por colgarme de la tela. O más acá, cuando la concurrencia era un hecho familiar. Era hincha, lo soy y lo seré hasta que el de la capucha y la azada me busque. Hoy me cierra más mirarlo por tele. Pasó la furia... hace un tiempo largo.

Y está bien... "Todo Pasa" reza el anillo de Don Julio.