Emanuel David Ginóbili, dijo basta. Cerró suavemente la puerta del
profesionalismo y se fue a vivir. El mejor deportista argentino de la historia
dejó un vacío enorme y una huella inmensa producto de la pasión y el amor por
el juego. Se va a extrañar.
No reparé en él cuando se fue a Andino. Imposible ser tan visionario
como el "Hue" Oscar Sánchez,
que le comió la cabeza a los papás Ginóbili para llevárselo a La Rioja a ocupar
una ficha de juvenil. Tampoco me enteré de su regreso a Bahía y de sus dos años
jugando de local en el Casanova.
Estoy convencido que todos los que hoy lamentamos su partida deportiva
recién conocimos de él cuando ganó la Euroliga, una especie Champions League
pero de básquet. Mucho más cuando fue elegido MVP de la competencia. Su salto a
la NBA terminó de dejar atrás el "anonimato" masivo. Sólo, a los que
participaban de la cocina del básquet, no les parecía raro su progreso.
Manu explotó en nuestras casas vía tele y se convirtió en un héroe
nocturno. De repente nos encontró la madrugada, solitarios, en el comedor haciéndole
el aguante en su incursión en el Olimpo del básquet... Allí donde compiten los
reyes... Los mejores 300 del mundo.
Sus canillas flacas, su paso lento rápido. El que inmortalizó el paso
cero. Ese que un tiempo después fue reforma FIBA. El organismo debería pagarle
regalías por ello. Atrevido y respetuoso a la vez. Respetuoso para con la orden
de Greg y atrevido para salirse del molde. Perdonable para el Head Coach. Su
solidaridad, su entrega le daban aire para traspasar límites.
Se bancó sin chistar que uno de los más aguerridos y sucios defensores
de la plantilla le probara el temple en cada entrenamiento... Bruce Bowen, de
él hablo. Emanuel pagó piso y se ganó respeto. A media temporada de su primer
título el Almirante y Tim ya lo cobijaban. Era una Espuela más.
Título y anillo en su primer torneo en la Superliga. Viste cuando te
subís al bondi apenas llegás a la parada? Con esa puntualidad estuvo parado
siempre para subirse al colectivo. En silencio. Con entrega. Con pasión. Con el
enorme y profesional deseo de aprender a cada paso, se bajaba en la parada donde
podía conseguir conocimiento.
Manu, fue su artífice. La superación constante. El aprendizaje
permanente. La solidaridad inclaudicable en los Spurs. Potenciada a
insospechados límites cada vez que la camiseta de la Generación Dorada le
pintaba el pecho. El líder por el ejemplo más que por la verborragia. Lejos de
las leds. Aportando siempre para la familia de la selección. Porque eso fue la
Generación Dorada, una verdadera familia.
El mejor FIBA de la historia de la NBA se colocó cuatro anillos que
certifican una trayectoria. En postemporada, allí donde los "sacos de
dinero que saltan" (Claudio Veliz, dixit) juegan en serio y por la gloria,
se convirtió en el cuarto mejor triplero detrás del King Le Bron, Curry y del
pistolero Ray Allen. Ya con cuatro décadas encima le arrebató ese cuarto puesto
al animal de Reggie Miller.
Nada se exagera cuando se resalta su trayectoria. Los que hoy siguen
reinando en la NBA inundaron las redes con loas destacando el honor de haber
competido con él. Respeto enorme para el top 10 en robos en toda la historia de
la competencia.
Es imposible hablar de tamaño deportista sin tirar cifras, records. Sin
apelar a la memoria. Ese sentido que hace que no nos cansemos de ver una y otra
vez la palomita olímpica o la tapa al barba Hardem.
Es el artista argentino que marcó un antes y un después en ese paso de baile
deportivo llamado Euro Step . Y ni siquiera él, que es el campeón mundial, lo
puede explicar. "Me sale sólo" dijo ante una consulta periodística. Tampoco
lo pueden hacer otros. Kawai dijo que hay años luz entre su cadera y la de Manu
como para intentarlo. Sólo él lo logra, aseguró.
El Sr Ginóbili jamás caerá en la cuenta de lo que significó que nuestra
selección se mantuviera casi una década entre las cinco mejores del mundo. Y
que su aporte era partícipe necesario para mirar desde arriba a otros países
con pasados relevantes. Ninguna selección argentina de ninguna disciplina tuvo
tamaño rendimiento.
El Sr. Ginóbili no reparará jamás su dimensión... nadie terráqueo lo
lograría. Si lo hiciera confirmaría lo que muchas veces pensamos de él... que
llegó en una nave silente que lo depositó en un hogar bahiense con el sólo propósito
de hacer que amemos más a este maldito juego.
"Todo concluye al fin… Nada puede escapar… Todo tiene un final…
Todo termina" Escribieron los Vox Dei, Ricardo Soulé y Juan Carlos
"Yodi" Godoy allá por los setenta. "Todo tiene un final"
está inspirado en el desamor... Que contrasta con el inmenso amor por el juego
que Manu tuvo y tiene. La primera estrofa sirve, en este caso, sólo para graficar.
El final deportivo del Sr Ginóbili es sólo naturaleza. Para el jugador
que fue el primer All Star siendo sexto hombre, la pasión y el talento se
mantienen inalterables... Sólo el envase sufrió el embate de los tiempos.
Sr. Ginóbili… Gracias… Simplemente gracias…